26/9/06

Major Tom

Ávido de lo ajeno, le echo la culpa de todos los males al resto de la humanidad.

Mientras busco refugio para protegerme de mí mismo.
Aunque ya me lo dije ayer, mañana se me pasa, fijo.

21/9/06

¡diana!




En el barrio ya no hay tanta movida ni tema de conversación desde que nadie quema coches por despecho de amor. Aquello era algo así como lo que estaba pasando entonces en Paris, pero con su punto de culebrón venezolano.

Ahora sólo afinamos la puntería para tirar dardos a la diana y pasar un buen rato, que siempre será mejor que lanzarnos cuchillos. Tampoco hay motivos.

Y es que hay buena gente en el barrio. He visto otros con mejor presencia, mejores maneras, más nombre y más glamour, pero falto de sentimientos. Para pensar que la gente que allí vive, en vez de corazón tienen una pastilla Juanola, negra y pequeña. Por lo menos aquí hay gente que les falta pecho para guardar lo que llevan dentro.

Y todo sigue oliendo a cous cous y a menta, a ropa tendida, a piedras que queman y a arena seca donde los críos aún juegan a canicas... tampoco está tan mal.

12/9/06

El arlequin rojo

Partí tarde de la selva rumbo a la Isla, casi de noche, un largo viaje en compañía de Sonia X (era el nombre del barco... ¡el viaje ya prometía!). Marchaba en ayuda de Lord Jim y su família, atrapados desde hacía días en el interior de la Isla, probablemente prisioneros de nativos hostiles.

Recorrí con la navaja suiza entre los dientes largos caminos sin polvo (para mí) hasta dar con sus cuerpos tumbados boca arriba sobre la arena.

Los encontré en la playa, en la playa de agua turquesa en la orilla y blanca en el horizonte por los reflejos del sol, esperando la hora de comer en el pequeño chiringuito de enfrente.
Y me quedé a comer con ellos.


Y seguí encontrando cosas el resto de días que me quedé. Entre otras muchas cosas, encontré un pequeño niño en bici cantando a Johnny Cash, encontré una Genovesa risueña haciendo autoestop, encontré como celebrar la salida de la luna, grande y naranja, y caipirinhas bajo un toldo después de comer y gintonics en el porche de noche.
Y por sorpresa me reencontré con quién menos me esperaba, para mi alegría.


PD: Lord Jim, vendré en tu ayuda siempre que quieras, como cada año en el mismo lugar. Gracias.

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