19/4/07

parapluie




El fin de las constantes lluvias ha dejado en mi casa una bonita colección de paraguas ajenos, comparable en stock a cualquier tienda de chinos.

Con los paraguas me pasa lo mismo que con los encendedores, las agendas, los bolis, los décimos de loteria... objetos que por principios y por finales me niego a comprar salvo en necesidad extrema (seguro que todos nos hemos despertado algún día convencidos de practicar nuestra primera traqueotomía y claro, ese día te ves obligado a comprar un boli Bic nada más salir de casa).
Por eso siempre espero que me los regalen o presten o rescataralos de su abandono en los sitios o simplemente robar... apadrinarlos.

Igual todo es un acto de venganza personal por tantos y tantos que he perdido. Casi accidentalmente me convierto en justiciero, como Charles Bronson pero sin bigote (confieso que achino un poco los ojos cuando perpetro mis acciones) y me llevo a casa la compensación por todos los que como él he perdido o me faltan por perder.

También es verdad que crecer al lado de un colegio femenino de monjas me ha marcado el sentido de arrepentimiento por las acciones cometidas y muchas veces acabo devolviendo las cosas.

Si estos días de sol radiante, os cruzáis con alguien que lleva un ramillete de paraguas bajo el brazo, ese soy yo.
Sus legítimos dueños lo agradecerán.

3/4/07

la espera

Se agotaron las uñas mucho antes de que la aguja segundera acabara de morder la esfera des reloj. Y cada minuto eran sesenta mordiscos, y cada mordisco era tiempo perdido.

Y si te digo que no desespero, créetelo, aunque sea mentira.

Seguidores

Archivo del blog