28/2/08

Sci-Fri



Terapia de serie B para las noches de fin de semana en las que la pereza te invade el cuerpo.

Sesión golfa casera de ciencia fricción.

18/2/08

¡pelillos a la mar!




La necesidad de un corte de pelo junto al estreno de cierta película sobre un barbero siniestro me han hecho recordar los barberos de mi vida, que han sido todos siniestros.

Mi primer contacto con el gremio de los barrepelos fue de la mano de mi padre, el señor Fumanchú senior. La barbería estaba un paso de casa. Él, el barbero, era un tipo joven con ojeras y especial habilidad macarra en el manejo de las tijeras y la navaja. Aunque su fuerte era el momento de pasar el peine por la nuca. Nadie más me ha hecho las agradables cosquillas con ese movimiento que él conseguia con facilidad.
Por eso me gustaba ir allí a cortarme el pelo.
Por eso y por las revistas que tenia para hacer la espera amena mientras finiquitaba el flequillo del que había llegado antes que tú, cosa frecuente.
Tenia variedad de revistas porno, cómics porno, novelillas porno, calendarios porno. Era un hombre de literatura de género.

Era jóven, simpático, trabajador y bastante yonki, cosa que le produjo un amarillamiento de la piel, una sospechosa caída del cabello y un preocupante temblor del pulso que no supo soportar la moda de la época por las patillas cortas y el apego de la gente por sus orejas, lo que derivó en el cierre de su peluqueria. Por todos esos motivos y además porque murió por el exceso de algo que no era gomina.


Ya recién emancipado en edad de buscar peinado propio, descubrí una nueva peluquería en el barrio.
Entré de lleno entre una bruma de laca a la nueva década y sus peinados de la mano y las tijeras de su dueño, un tipo risueño con el pelo cardado como una madalena pasada de horno que desafiaba la gravedad a base de litros de laca. La réplica de George Michael al estilo barrio.
No era mala gente pero le fallaba su insistencia en recrear pequeñas madalenas humanas. Aguanté hasta donde pude las sesiones abrasadoras de secador y su fuerza sobrehumana a la hora de cepillar el pelo hacia atrás. El día que saliendo de allí me palpé el cráneo y noté la textura de una patata ondulada de Matutano decidí no volver.

No demasiaqdo lejos, un cilindro blanco con franjas azules y rojas me atrajo como la luz a un mosquito melenudo.
Era otra cosa, otro estilo más clásico. No hacía cosquillas al pasarte el peine por la nuca pero tampoco te surcaba la cocotera. Era peluqueramente correcto.
Chistoso, cantarín y agitanado, cumplia su labor sin artificios pero con un pelo (¡como no!) de exhibicionismo. El único sillón de la barbería estaba justo al lado de una amplísima ventana que daba a una calle muy frecuentada, lo que te obligaba a estar expuesto durante un cuarto de hora a los transeúntes que, simpáticos ellos, se detenían por turnos a observarte ataviado con un inmenso babero lleno de pelos mientras los maldecías de reojo apuntando la barbilla al techo bajo amenaza del señor de las tijeras.
La cuarta vez que volví, conscienciado de la performance que iba a protagonizar, me encontré un letrero en la puerta que decía que el cierre era definitivo. El señor cantarín y chistoso se había suicidado.

A partir de ahí, una búsqueda paciente y peli aguda a través de escuelas de peluquería dejándome flequillos y alguna ceja, estilistos, estitontos y un par de veterinarios con aversión a la sangre.
Hasta descubrir a la peluquera a la que he sido fiel durante los últimos años. Sin mayores manías que cortarte el pelo como ella quiere por mucho que le expliques tus prioridades y la extraña obsesión de decorar la peluquería con señoras mayores en posición estática con la cabeza envuelta en papel de plata para que los marcianos no les lean el pensamiento, sospecho.

Desde hace unos días un cartel anuncia que la peluquería está cerrada por maternidad.
Si la lógica existe, su bebé será el anticristo y dará fin a la humanidad con unas tijeras y un peine en las manos.

13/2/08

Equipaje interior



El frío parece distinto cuando se presenta en un lugar ajeno.

Pero se remedia con los abrazos que llevas en el equipaje que no está dentro de la maleta.

11/2/08

¡por mis pinceles!

Tengo el feo vicio de chupar los pinceles cuando pinto con ellos.
Supongo que fue una de las tantas causas que me llevó a utilizar el ordenador para colorear, aunque el resultado sea más frío.

Y el sabor más insípido.


4/2/08

¿por donde ibamos?




Vengo de una travesía de ida y vuelta a una operadora de internet con parada en otra. Y solo en tres meses.

He aprendido un montón de palabras divertidas que no entiendo, me las decían todas las personas que he conocido por teléfono estos días y que me han dado la oportunidad de aprender el baile del robot con la música que ponian mientras esperaba que se pusieran al habla.

He intentado no insultarles mucho. Lo he intentado.

Pero hoy, a día tantos de este mes, en el año que estamos... ¡he visto la luz!
Es de color verde y vuelve a parpadear desde mi router.

¿por dónde íbamos?

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