29/1/10

Discriminación semanal



Mis domingos son tan egoístas que solo piensan en cuanto falta para volver a ellos, sin darse cuenta de lo que se pierden de por medio.

El día que lo descubran, dejarán de ser domingos.

21/1/10

Una noche en la ópera



Hace unos días fuimos a la ópera.
Reconozco que siendo mi primera vez tenía ciertas dudas. Tres horas frente a cincuenta personas gordas cantándote en italiano no es un plan que emocione, a priori.
Pero fui, valientemente.

Porque lo leído sobre la obra me animó.
Prometía espadas, duelos, batallas, amoríos... vale, faltaban monstruos gigantescos, asesinatos, zombis, guitarras eléctricas... pero ya me convencía la cosa.

El valor se me acabó por completo al llegar al asiento y comprender la razón del económico precio de las entradas: cuarto anfiteatro, primera fila.
Para una persona cabal eso no sería inconveniente, pero para mi y mi miedo a las alturas supuso un agudo grito histérico falto de hormonas nada más ver el asiento y hacer, a groso modo, el cálculo mental del tiempo que me tocaba permanecer en él.

En el mismo momento que mis sudores pasaban de fríos a congelados se apagó la luz. Y al instante se elevó la orquesta. Justo antes de que soltara una nota la primera voz.
Ya no sólo sentí vertigo por las alturas, además tenía los pelos de punta y la carne de gallina. ¡Se me disparaban los poros hacia afuera en todas sus disciplinas!

Tanto me llamaba la atención lo que surgía del escenario que me armé de valor y sin despegar la espalda de la diminuta butaca, estiré el cuello todo lo que pude, quizá llegando al límite de lo físico porque en más de un momemto temí que mi cabeza saliera disparada como un tapón de botella de cava, a distancia y con precisión.

Y lo que vimos, vino a ser más o menos así:
Un tipo con pecho paloma les dice a unos soldados con armaduras de plástico algo sobre una gitana que por lo visto era lo peor de lo peor...
(aquí estuve tan pendiente de no decapitarme estirando el cuello que no leí la traducción en la pantalla puesta a tal efecto y me temo que algo me perdí)
En estas que hay uno que canta y otro que yo pensaba que era el mismo, pero que no (juro que se parecían pese a ser uno chino y el otro suizo), y a los dos les gusta la misma gorda que cada vez que sale da la impresión de querer perder la virginidad mientras se lo cuenta a una amiga que no parece tan gorda ni tan virgen.
Y salen unos gitanos y una mujer mayor, que seguro estuvo gorda alguna vez por lo bien que cantaba, o eso o o tenía pecho paloma y aguantaba la respiración...
Y poco más.
Que los dos eran hermanos y la madre no era madre (ex-gorda sí, seguro) y que la virgen prefiere morir antes que follar con un desconocido... ¡pues pídele consejo a tu amiga y ya verás como llegas a la jubilación!

en definitiva, que me gustó, que me encantó, que quiero repetir!
y eso que no salieron ni monstruos gigantescos, ni asesinatos, ni zombis, ni guitarras eléctricas... ni falta que hizo.

Quizá porque al finalizar, a la hora de los aplausos eternos para los músicos y los cantantes, me sorprendí encaramado con la barandilla en las rodillas, inconsciente de los cuatro pisos que me quedaban por debajo.

14/1/10

Ahora toca


Superada ya la sensibilería navideña toca que hablemos de temas serios: ¿cuanto falta para vacaciones?

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