1/12/11

Tripolar



El corazón me pide guerra.
La cabeza me pide calma.
El estómago me pide comer.

Pero no comer cualquier cosa, me pide comer churros.
Es un capricho (posiblemente), una solución a un trauma infantil (para hacerlo más interesante y que provoque debate) o el primer caso masculino de antojo de embarazada (yo apostaría por esta).
El caso es que si lo pienso a trazo grueso, llego a la conclusión de que la fina y delicada línea de unión entre mi mente y mi espíritu tiene forma de churro.

Entre el seny y la rauxa, unas porras.

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