Está a tocar de mi casa y me pilla de camino al estanco. Es una esquina sin más, ni céntrica ni comercial ni especialmente transitada.
Pero de cada tres veces que paso por ella, en dos, me encuentro a algún conocido.
Desde una antigua vecina de hace décadas a compañeros de juegos de la infancia, pasando por compañeros de colegio, nuevos conocidos, un ex futbolista, mi madre y un señor que siempre me saluda y no se quién es.
Si algún día me siento solo, ya se por donde pasar.