16/6/10

burn, baby burn!



Acostumbraba a mirar la pista de baile de reojo desde la barra, con el deseo de quien quiere hacer algo que sabe que no es malo hacerlo pero mejor que no lo haga. Hasta que lo hice.

Donde imaginé fundir las suelas de los zapatos a base de deslizamientos encontré un suelo lo suficientemente pringoso como para quedarme estancado ante el primer movimiento, doblándoseme las rodillas hacia adentro, provocando una veloz aproximación de mi cara hacia la propia pista con su respectivo retroceso, lo que conllevaba la pérdida capilar de cejas, pestañas y tupé que quedaban presos como estalagmitas capilares del discofloor.
(discofloor: concepto que me acabo de inventar y que vendría a ser un suelo pringoso de cualquier lugar donde suene música mala y la gente más mala aún lo transite con insistencia)


Hoy, tantos años después, veo las pistas de baile muy lejanas y más pringosas aún.
Mis cejas, mis pestañas y mi tupé valen más que una canción con ritmo!

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