2/11/06

el ultimo giro



Y allí se quedó en silencio viendo como ella se marchaba calle arriba, esperando que se girara, mientras en el escaparate de enfrente colgaban litografias de un viejo pintor austríaco.

Un buen rato antes habían entrado en el mismo bar por puertas diferentes, lo que le daba al encuentro cierto aire de cita clandestina, aunque eso se debía más a la torpeza de él por llegar al sitio concreto que a una confabulación para evitar rumores.
En un rincón con poca luz de un bar ya oscuro de por sí, como hacen los forajidos a la fuga, se contaron los prólogos y epílogos de historias de las que sólo conocían el nudo, sin presentación ni desenlace. De la mejor manera que se cuentan las historias, mirándose a los ojos.

Pero ella no entendía algunas de las cosas que él explicaba, así que él se propuso contarle algo que ella comprendería sin necesidad de ninguna explicación, como si aún se la contara mirándola a los ojos.

Se despidieron con la certeza de reencontrarse en algún lugar, como siempre les había sucedido. Mientras en el escaparate de enfrente colgaban litografias de un viejo pintor austríaco.

Y allí se quedó en silencio viendo como ella se marchaba calle arriba, esperando que se girara.

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