
Para abandonar la violencia podríamos empezar con unas patatas, unas olivas y un par de cañas. Si el remedio no es suficiente, asaltaremos unas gambas, unos chipirones y podríamos reducir unas bravas, sómos capaces.
El vino y la paella pacificaran los últimos focos de resistencia.
A la hora del carajillo ya ondeará la bandera blanca. ¿qué tal una siesta antes de volver a la guerra?